sábado, 5 de noviembre de 2005

Era el tiempo del 24 de noviembre de 2005. otro despertar, pero éste era distinto. Después de un largo tiempo donde el espacio se volvía más oscuro, el silencio del único ser que podía cambiar su historia crecía. La oración matutina fue: "haz lo que quieras, si hoy es otro día de esos
ayúdame a terminarlo". La declaración tomaba matices de una fe ciega, y el discurso se continuaba de esta manera: " Sé que estás detrás de todo y no entiendo el porqué de tanto dolor....
"(había pasado mucho tiempo, siete meses, esa fue la sentencia del juez ese día)..."pero sé que me amás, no entiendo nada, pero lo sé!

El viento sopló tan fuerte ese día, que el polvo de la tierra había impregnado todo su rostro; pero no se dasarraigó, estaba agarrada de la profundidad de la tierra, se negó a soltarse, no lo haría, quizá era esa fé no sentida pero sí arraigada en su mente como un principio.

Una frase resonaba en su cabeza, en realidad era sólo una sola palabra: FE. La expresión citada se convertía en una sentencia, en un azote. Se había convertido en la matriz de su condena, reiterada por los jueces de la vida que no se habían sentado a llorar con ella.

En ocaciones ella se sentía contreñida, en otras, enojada.¡Qué sabían de fe! de mí fe!-se repetía. Los minutos la apresuraban, debía ir al peritaje en búsqueda de un veredicto desconocido, pero
la posibilidad de abrir la puerta de dolor, por ella ya tan conocida, siempre estaba presente. La realidad de la situacón mezclada con los pensamientos y sentimientos de la confusión del abismo en que se sentía no lograban aplacar lo distinto de la situación. Esta vez era distinto, muy distinto, se lo decían las hojas que se enredaban en los pasos apresurados que pegaban contra el pavimento resbaladizo.

Mientras iba de camino, sentada en un duro asiento del tren urbano, La Palabra reapareció acompañada de conocimiento teológico "Es, pues, la Fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."

La expresión resonaba cada vez más fuerte, más fuerte hasta llenar de lágrimas sus ojos cansados por la agonía del desason, por la agonía perfumada a dolor.

Decidió sacar su libreta, la que se convirtió en el registro de depresivos pensamientos, una libreta que recogía los momentos más tristes de su vida, los sentimientos más oscuros, que sólo un depresivo puede redactar con tal fluidez y maestría. La primera hoja decía: " me duele la cabeza, tengo mucha angustia, no puedo mantener mis ojos abiertos. Padre Celestial, ayúdame!. para continuarse por "No quiero llegar a casa así...por último quita la angustia" apelaba a su Dios, ese ser a quien quería comprender.

El bagón del metro se repletó de gente, era la hora en que todos iban a comenzar con sus labores cotidianas. Ella sentada frente a su libreta y con esa expresión divina repitiéndose en cada rincón de su interior: " es, pues, la fe..." decidió escribirla. Después del punto comenzó a escribir: - todo el mundo me tilda de "mujer de poca fe", "créele al Señor", "No importa cuántas veces pongamos las manos sobre ti para orar, si tú no quieres salir de ahí...". "Otros me han dicho que los he dañado con esto, pero yo no lo elegí, no lo elegí"- lo subrayó.

La reflexión continuó, pero esta vez tomó aspectos de un análisis exegético - "Si la fe es la certeza de lo que se espera, me pregunto ¿Qué es lo que espero? a lo que inmediatamente contestó "Nada, nada espero ya". "No tiene sentido esperar, creo que ni siquiera tengo derecho a hacerlo. Todo lo que he esperado, todo se ha truncado"- no aguantó más, finalmente lloró, lloró delante de docenas de desconocidos cuya única preocupación era un reloj de tráfico de trabajadores que los esperaban al otro lado de la puertas del bagón-

Sus emociones la invadieron con amargos recuerdos de fracasos de antaño que aplastaron sus máximas aspiraciones, y por ello llegó a la conclusión de abrazarse de los juicios emitidos por los que hasta entonces se habían acercado- "¡quizás ellos tengan razón, no tengo fe! Mis aspiraciones han sido aplastadas, no sé si por Dios o por las circunstancias, no lo sé, no lo sé!- La hoja sobre la cual escribía se manchó de negro por las lágrimas que sacaban la pintura de sus ojos de mujer. Limpió la hoja, y junto con ello las lágrimas de rostro cansado para luego continuar con un recuerdo que se mezcló con su frustación
- "
Aún recuerdo mis sueños de niña, aquellos sueños de redención donde la felicidad y la paz abrigarían al ser que má amé, mi madre. Ella siempre fue mi sustento, incluso en ese último tiempo cuando emprendía camino por la ruta hacia lo eterno. Soñaba con comprarle una casa grande donde ella estuviera tranquila, donde los gritos y la borrachera de un hombre rudo no la alcanzaran (...) pero el tiempo pasó y nunca pude hacerlo.." - las lágrimas saltaron sin aviso, sólo salieron pero ya era normal, el tiempo se había hecho cargo de hacerlo parte de ella ; no sería obstáculo para continuar con la redacción. Continuó- "pero el tiempo pasó y nunca pude cumplirlo, incluso tuve que despedirme del ser que más amé en una fría cama de hospital...¿dije cama? Eso? eso jamás fue una cama. Mi madre, la mujer más buena y llena de fe que he conocido, falleció en una lata boblada, cubierta por una sábana celeste sobre la cual se estampaba el nombre de la renombrada institución pública (como si alguien osara tentarse con tan preciada prenda) abrigada de una sucia frazada ploma.

Fue un día 31 de marzo de 2004, había llegado temprano, después de mucho llorar y rogar, ella sería trasladada a un recinto de mayor calidad.
Recuerdo lo temprano que llegué, quería verla, abrazarla, pero no me dejaron. Me colé por una puerta de servicio y sólo llegué hasta la puerta. La vi dormir con sus palmas unidas y entrecruzadas que se interponían entre su almohadón (lo habíamos llevado desde casa)
y su rostro hinchado . Se veía tranquila como si estuviera en un sueño complaciente, quizá el clímax de todos sus sueños, quizá la luz de los que todos hablan. No lo sé. No estuve ahí, sólo estuve en la puerta de ese lugar.
Quería despertarla para decirle, "te cumplí, no estarás más aquí, estarás en un lugar digno"
(como si fuera un consuelo, en lugar de un derecho) pero ella dormía y el gordo enfermero que se sentaba en la habitación compartida por otros enfermos no me dejó con la excusa que no la despertara, cuando en realidad ya no había retorno para ese viaje, pero yo no lo sabía.
El tiempo pasó y llegado el horario de visita, se fue!, se fue! se me fue! y no pude hablar con ella. ¡Mamá, siempre estuve allí, siempre!...
Recuerdo que Papá dijo que antes que le dieran la noticia sintió un abrazo de aquel ser que nos unía a todos, pero yo no pude despedirme, no pude!!!".... En eso, una voz parlantizada puso término a su escrito y a la abalancha de emociones que se precipitaron sobre el mismo. Se le acabó el viaje, no pudo seguir escribiendo.


Una vez en la calle, la amiga de este tiempo llegó para abrazarla, se cobijó en su garganta y la dejó sin habla. Caminó rápido y sólo pensó en no llegar tarde a su cita . Una vez frente al portero, presenta su citación. "Pasé, la están esperando"-fue la respuesta del muchacho de azul.

Ya en la sala de audiencia buscó algún referente para dar con el personaje del veredicto, pero no había nadie, el problema era la hora, demasiado temprano. En su búsqueda sus sentidos la guiaron a una puerta grabada con la siguiente expresión: PSIQUIATRA. Aquí es, se dijo, para luego golpear tímidamente sobre ella.

-Pasé! -la voz dura de un hombre viejo y ducho la estremeció, recordó la oración de inicio de jornada.

Abrió la puerta. El viejo doctor, sólo levantó la voz para hacer una ridícula observación que en ella sólo causó caos - ¡ su citación es a las 8:30 min, no a las 8:16!-. Su reacción inmediata fue cerrar la puerta, seguido de sus ojos. Estos dieron paso a las lágrimas que no se sienten, que sólo brotan. Sólo alcanzó a decir-"Señor, Dios.." porque la angustia le apretó más fuerte su garganta.

El viejo médico se paró apresurado y le hizo sentarse -no llore, mija- su voz ronca pareció mezclarse con una ternura inexplicable, él tenía razón pero ella no controlaba su interior.

Después de un largo diálogo la sentencia fue -"estás muy enferma, pequeña; pero saldrás de ésta, es sólo una estación y no hay que asustarse". Era extraño, pero era la primera vez que alguien la trataba con tanta ternura y que no cuestionaba su fe ni sus afectos, era la primera vez.

La resolución del veredicto sobre las fojas médicas era el mismo: "Cuadro clínico depresivo real. Reposo absoluto. incapacidad por periodo extendido". La sentencia era positiva, se le autorizaba a estar mal, a llorar sin culpa y buscar salida de este país del silencio, del terror, del abandono, de los juicios apriori de los que creían que era placentero para ella estar en ese abismo.

Con sentencia en mano caminó por las largas avenidas llenas de movimiento, en eso otra vez La Palabra tocó su mente para llevarla a una expresión bíblica que decía:" había gastado todo lo que tenía"por la mujer del flujo descrita en el evangelio.

Caminó, quería llegar a un lugar donde poder darle vuelta a esta abalancha de situaciones, recuerdos y Palabras que la bobardearon en ese amanecer que marcaría para siempre su existencia.

Caminando por las calles de la ciudad a la hora que el tráfico revive la abandonada ciudad, una brisa suave y fresca espantó a la compañera angustia para hacer florecer La Palabra; Era hora, era su hora. Él pasaba por ahí. La brisa traía la reconciliación, es por ello que al sentir su aroma lloré. Sí, lloré, porque ella soy yo... Por más de siete meses caminé con los compaces del dolor sin compañía de nadie, todos se fueron, no era justo arrastrarlos en el viaje que no tenía estación conocida.

"Había gastado todo lo que tenía" esa frase me llevó a un escenario desértico donde las viejas casas de adobe y madera se elevaban sobre mi cabeza; me ví ahí en una fracción de segundos, extendiendo mi mano entre las gentes que me aplastaban pero para quien no existía.

La frase resonó más fuerte y las lágrimas me llevaron a mi presente. La misma mano extendida entre la gente se apresuró a cubrir mis labios , era cierto, yo también había gastado todo lo que tenía y aún más que eso. Y pensar que Él simpre estuvo ahí, a la distancia de mi brazo extendido, siempre...

Las horas pasaron, se acabó ese día Un nuevo amanecer llegó y han llegado. Después de golpear todas las puertas, de ir a todos los doctores y especialistas. Después de perseguir a todos mis amigos para que me dieran refugio y herirlos por no saber cómo sobrellevar mi existencia. Después de hablar con todos los pastores y consejeros; de probar todos los médicamentos y técnicas para recuperarme...después de gastar todo lo que tenía... alcé mi brazo para tocar el borde de su manto.

¡Siempre haz estado al alcance de mi brazo, siempre !

Me vi sola, muy sola y eso dolió, ya que siempre he hecho mi vida en función de los demás: de mi madre, de mis amigos, de un líder intelectual y moral y el resultado, frutración; no por ellos, sino por mi forma de enfrentar ese tipo de relaciones, de ahí lo fuerte de la expresión: "había gastado todo lo que tenía", gasté mucho dinero, el que tenía y el que no tenía, tiempo, sueños, anhelos.

El día descrito es real, "7 meses enferma" eso salió de los labios de un viejo doctor. No había tomado el tiempo, sólo sufrí mi existencia.

Muchas veces anhelé no vivir más, incluso un día de esos amargos salí de casa rogándole a Dios que me quitara la vida, ya no podía vivir, ya no quería existir. Pero él me sustentaba.


Grité, lloré, sintiendo a Dios como otro espectador de la tragedia griega en la que se había convertido mi existencia.

Reconozco que me enojé con Él, que lo culpé de mi historia.
Pero era necesario, su amor lo hizo guardar silencio.

No saben cuántas veces le dije: tu palabra dice" que no me darás más cargas de la que puedo llevar" y te digo: no puedo más!, No puedo!. Pero habló cuando tenía que hacerlo.


Mis sueños de niña, Dios los cumplió por mí. No pude comprarle una casa a mamá, pero Él le dio vida eterna y hoy está con Él. Recuerdo su sueño en aquel feo hospital, estaba tranquila, plena, con una sonrisa en sus labios...


Dios me ha llevado por caminos que jamás planifiqué. Hoy vivo con un hombre a quién odié por mucho tiempo, pero Dios ha hecho grandes cosas en este tiempo con nosotros, ha hecho sanidad y hoy podemos sentarnos a comer, a reirnos, a hacer cosas juntos, incluso en ciertas ocasiones hemos llorado juntos.


A todos lo que lean esto: Amigos, hoy puedo decir "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". Gracias por compartir también esto